Mi historia y la del libro Natura y cultura de las Islas Canarias
En la entrañable gala del Bucio 2017, en Agüimes, el 25 de noviembre de 2017, me entregaron el II Premio Tamaimos a la Defensa y Difusión de la Cultura e Identidad Canaria, encarnada principalmente en la obra Natura y cultura de las islas Canarias que, además cumplía 40 años de su publicación. Para mí, fue motivo de orgullo y gozo, al igual que cuando el año pasado me hicieron hijo predilecto de mi pueblo, juntamente con la medalla de oro concedida a los miembros del equipo redactor del Natura, porque ambos premios tienen como denominación de origen, el pueblo, del que siempre hemos recibido, como mejor incentivo, su cariño y agradecimiento.
Pedro
Hernández Guanir es catedrático de Psicología, doctor en Pedagogía,
coordinador del libro Natura y Cultura de las islas Canarias.
Primer escenario
Para contar la historia del Natura y
Cultura debo partir de mi trayectoria personal, y me remito a mi infancia para
destacar el contacto con la gente, donde mi casa era como una calle, donde la
gente entraba y exponía sus problemas. En mi zona vivía gente pobre, campesina
y políticamente indignada, subía cada noche a casa a oír la Pirenaica, la
emisora clandestina en que arengaba desde Chequia la Pasionaria y discutía de
política.
El preescolar lo pasé en medio de
canteras y barrancos, en una Gran Natura, dando juego a la creatividad con
otros niños, viendo el Teide como un gigante, resplandeciendo con la nieve, y
entrando en las cuevas de los guanches, tan cercanas, míticas y sagradas…
En el otro extremo del pueblo, junto a
la iglesia, vivía la gente distinguida, donde había esplendor cultural y
elitista, con la ventaja que contribuyó que se popularizara la música, la
pintura, el teatro, la zarzuela, incluso había mujeres que pintaban y tocaban
el piano...
Mi ingreso a la escuela fue caótico, fui
el último, arrastrando muchos complejos y una enseñanza cuyo mejor recuerdo era
cuando el maestro no llegaba en la guagua. Eran muchas las veces. Cuando venía,
sentado, con los pies sobre la mesa, nos vigilaba por un agujerito del
periódico que leía, y caía sobre nosotros con reglazos y descalificaciones.
Segundo
escenario
El segundo escenario fue mi ingreso con
10 años al seminario, buscando otro mundo y más cariño.
Aprendí muchas cosas, sobre todo, a
pensar, a debatir en clase, a ser líder inculcando el bien, pero también a inmolarme
neuróticamente por los demás, aunque, pasados los años, ya adulto, aprendí a
mejorar mi autoestima.
A los 16 años salí del seminario y
estudié magisterio con un grupo de jóvenes, los futuros autores del libro, y
nos comprometimos en mejorar los problemas del pueblo con clases voluntarias a
adultos para reducir el analfabetismo, obras de teatro, y, con el primer sueldo
de maestro, a los 20 años, adquirí una multicopista italiana de alcohol con la
que tirábamos un periódico mensual, llamado Inquietud. Lo editaba,
precisamente, casi la misma gente que, después, formó el equipo de Natura y
Cultura.
Tercer
escenario
El tercer escenario fue el magisterio.
Después de sacar el título, por libre, hice los dos años de Comunes de
Filosofía y Letras, enriqueciéndome, desde el punto de vista de contenidos
canarios, con profesores como Juan Álvarez Delgado, Elías Serra o Jesús
Hernández Perera.
Para poder estudiar, daba clases por las
tardes en academias. Hasta que en el segundo año saqué las oposiciones de Magisterio
y tuve la primera escuela con 60 niños de seis años en Tejina, solo en turno de
tarde, donde ellos tenían que traer cajones de sus casas para poder sentarse.
En el turno de mañana, otros tantos alumnos tenía el famoso escritor fetasiano,
Isaac Vega. Aquello sí que era una Canarias de miseria.
Mi obsesión siempre fue creer en el
potencial de cada niño y niña, que ninguno se quedara atrás. Analizaba sus
dibujos y creaba diálogos. Tenían gran calidad humana. Lo explica el caso de
Manolito. Le pregunté qué quería ser de mayor; él, pelirrojo, con pecas, con
los ojos fijos y brazos cruzados, me contestó muy firme: “un hombre de
fundamento”.
Yo era más trabajador social que
maestro, sobre todo en la segunda escuela unitaria en la Calera de Icod, donde
me dedicaba a arreglar papeles a las familias de los niños con problemas de
discapacidad, subsidios, etc.
Decidí ir a Madrid a estudiar Pedagogía.
Lo hice interesado por tantos alumnos que fracasaban en la escuela. Allí fui
consciente de que tenía más capacidad de la que suponía o me atribuían, al
recibir la valoración de los que me rodeaban. Por otra parte dejé de
avergonzarme por ser canario, complejo más arraigado entonces, aunque un señor
vallisoletano, un día, sin venir a cuentas, trató de consolarme, diciéndome que
no me preocupara porque, algún día, llegaría a hablar bien, como un conocido
suyo de Baleares.
Así, la conciencia de la propia
identidad canaria fui descubriéndola al distanciarme, como el agua para un
supuesto habitante del fondo del mar, que solo se da cuenta de ella cuando sale
a la superficie, tal como explica el antropólogo Ralph Linton.
Allí ejercí también como maestro en la
periferia de Madrid, en Entrevías, cerca del Pozo del Tío Raimundo, donde
trabajaba el revolucionario Padre Llanos. La condición colonial de Canarias se
me hizo más evidente, en especial, cuando transitaba los largos pasillos de los
ministerios llenos de bedeles para arreglar problemas y el subsidio de personas
de mi pueblo a las que, desde Canarias, les resultaba imposible.
Cuarto
escenario
El cuarto escenario lo desarrollé
considerando que después de cursar Pedagogía, Pedagogía Terapéutica y
Psicología, me puse a preparar las oposiciones de Cátedra de Psicología,
Sociología y Filosofía de Magisterio. Entretanto, para recoger los últimos
latidos del mayo francés, fui a París a trabajar en el Consejo de Europa, en el
Ministerio de Agricultura, en la TWA y hasta en el Concorde, pero barriendo y
limpiando.
Luego se me apareció un rey mago. Él era
catedrático y doctor en Psicología, Derecho y Biología. Cuando fui a
solicitarle bibliografía para la oposición que preparaba, me hizo una oferta
insólita. Me entregó el programa de una asignatura de Psicología para dar
clases en la Complutense, me pagaría todos los gastos, me daba la beca
Full-bright, me preparaba una plaza de oposición para dentro de cuatro años… ¿A
cambio de qué?, me preguntaba. A cambio de nada, solo que, “si decía sí y luego
me echaba atrás, me saldría el tiro por la culata…” Tuve que pensarlo. Ni me
gustaba la amenaza, ni tampoco que dejara ser profesor de maestros que es lo
que me interesaba. A la semana, le dije que “no”. Entonces se enfadó: “No
entiendo que alguien busque un Seat y yo le regale un Mercedes, y no lo
acepte”. Yo le dije que prefería un Seat con el que me pudiera mover por
cualquier parte, que un Mercedes con el que solo fuera de Madrid a Bilbao. Esta reacción la explica mi
pseudónimo Guanir o Guanil, como “animal asilvestrado”, que me regaló Juan
Delgado, catedrático de latín y el primer experto canario sobre el guanche.
No voy a explicar todo el proceso de las
oposiciones a cátedra de Magisterio, solo que, a raíz de ellas, un inspector de
escuelas normales del Ministerio me ofreció varias cátedras interinas en
distintos sitios para que eligiera y yo, entonces, elegí la de San Sebastián…
Fue así como llegué al País Vasco y
conocí a Edurne, mi pareja, motivos para valorar la identidad cultural e
incentivar la autoestima de los canarios, tal cual estaba haciendo con la mía
propia. Todo se complicó tras una revuelta estudiantil, haciéndome incitador de
ella, por lo que fui expulsado por el régimen franquista junto con otros dos
profesores, distantes de opciones políticas, pero cercanos a los alumnos,
potenciando su labor reflexiva. En mi caso era más grave por estar casado con
una profesora de ikastola. Así que, recién casado, sin trabajo, empecé a hacer
psicoterapia. También como psicólogo escolar en varios colegios. Al final, fue
una oportunidad para iniciar el proyecto del libro (Natura y Cultura),
conectándome con los amigos de mi pueblo para su realización.
Quinto
escenario
El quinto escenario: el libro, un espejo
en que el pueblo se viera reflejado. Concretamente: la idea inicial era partir
de la propia realidad, natural y cultural, tal como planteaba, en el
tardofranquismo, la Ley General de Educación de Villar Palasí, pues los
profesores canarios carecían de material, aunque el objetivo no solo eran los
alumnos, sino también el pueblo.
Queríamos que fuera una iniciativa
canaria en su globalidad. En consecuencia, nos dirigimos a los cabildos de
Tenerife y de Gran Canaria por ser las dos mancomunidades que englobaban los
restantes cabildos insulares. Pese a que el de Tenerife acogió inicialmente la
obra, tras ser analizada por diferentes especialistas, luego se echó atrás, con
la sombra de que el libro representaba un peligro político. Para lavarse las
manos, fue enviado al Cabildo de Gran Canaria. Sin embargo, el tiro salió por
la culata porque el consejero de cultura, Don Agustín Millares Carló, que
conocía la estratagema, emocionado habló con nosotros, pues era una obra que
llevaba solicitando mucho tiempo a los distintos departamentos universitarios,
de forma que, si Tenerife se oponía, él editaría el libro, incluso en distintos
tomos.
Aprovechando la carta que nos entregó
Millares Carló, Gilberto Alemán, como periodista comprometido, la publicó y el
Cabildo de Tenerife junto con el de Gran Canaria aceptaron. Aportaron el dinero
de su edición, evitando así responsabilizarse políticamente, dado el fervor
independentista y cubillista existente. Fue una suerte, porque, de no ser así,
hubiera sido un libro más sepultado en los sótanos. Tampoco se hubiera
garantizado sus reediciones futuras. Sin embargo, tuvimos importantes ofertas
editoriales para convertirlo en libro de lujo. Nuestra negativa fue rotunda,
hubiera dejado de ser popular.
El libro se presentó con solemnidad en
el salón de actos del periódico El Día. La propuesta y presión de Gilberto
Alemán surtió efecto en Ernesto Salcedo, el director del periódico, quien había
escrito: “La historia, que no la política, como algunos han creído, va a decir
lo que el libro es”. Para curarse en salud, sagazmente invitó al acto de
presentación a Mardones, gobernador civil, y a políticos como Mª Dolores
Pelayo.
El libro fue denominado la Biblia de los
canarios. Fue un bestseller, como ningún otro en la historia de Canarias. Las
librerías como Goya, en Santa Cruz, lo vendían ya empaquetado como regalo.
Estaba en casi todas las casas y los emigrantes se lo llevaban consigo en su
equipaje. Tanto que, cuando el Huracán del Katrina, en Nueva Orleans, las aguas
inundaban ciudades y campos, una Directora General logró sacar una foto del
libro flotando entre las aguas.
El libro fue conflictivo. Profesores de
algunos departamentos universitarios se sintieron heridos en su orgullo, por
haber sido los autores simples maestros, aunque muchos éramos licenciados y
doctores, además de contar con el asesoramiento e implicación de los
principales catedráticos y expertos de las distintas áreas.
El principal conflicto estaba en que el
libro fue asombrosamente popular y, aun siendo los contenidos correctos,
Alejandro Cioranescu me comentó que lo peligroso era su casaca, pues remarcaba la
identidad en una época de reivindicación canaria.
Tan peligroso, que el periodista Andrés
Chávez, que tanto ridiculiza a los magos, a nosotros nos tildaba
despectivamente de choleros. Hermógenes Afonso, Hupalupa, un enamorado del
Natura y Cultura, me avisó de que yo figuraba en Capitanía Militar con el
número cinco entre las personas más peligrosas de Canarias. Así, Edurne y yo,
uno de los domingos que solíamos ir a mi pueblo, comprobamos que entraron en
casa y, entre otros registros, se llevaron la película de nuestra boda… Incluso,
me llamaban todos los días por teléfono con sonidos extraños, hecho que se
agudizó de forma incesante, el día 23 de febrero de 1981, cuando el Golpe de
Tejero. Pero curiosamente, después de ese día no volvieron a hacerlo.
La sombra del peligro no cesó. Cuando
oposité para Agregado de Universidad, después de felicitarme todos, aparecí
suspendido. Un miembro del tribunal era aquel que se me había presentado como
un rey mago. Fui a hablar, buscando explicaciones, y la que me dio fue que yo
había escrito un libro muy peligroso sobre Canarias.
La sombra se había colado por todos los
espacios. En distintos ámbitos y momentos, en la Consejería de Educación, en
grupos de poder estatal, en el rectorado de la universidad y, sobre todo, en
los responsables de los proyectos de investigación que solicitaba, trasluciendo
razones absurdas, incluso, tacharlas de “nacionalistas”
Sexto
escenario
El sexto y último escenario: Natura y
Cultura, al no existir internet, se cansaron de tener que actualizar los datos
cada año, especialmente de economía y demografía. Fue entonces cuando, con la
creación de la empresa Tafor, Pedro Felix Gonzáles y yo invertimos para
publicarlo. Luego, decidimos hacerlo en forma digital y vía online: GEVIC =
Gran Enciclopedia Virtual de las Islas Canarias, de manera pública y gratuita.
Fue un costo inimaginable. Se amplió diez veces más y se actualizó, contando
con numerosos especialistas. Para no perder su carácter didáctico, generamos
numeroso material multimedia y diseños complejos. Esto nos obligó a disponer de
una plantilla de hasta 17 personas, pues contábamos con la promesa de las
administraciones, de los cabildos y del Gobierno canario. Que al no cumplirse,
nos ha generado una deuda millonaria, viviendo a diario las amenazas de los
bancos y juzgado, con las viviendas hipotecadas. Una obra pública y gratuita,
con más de 10 millones de visitantes anuales, según Google, que el Gobierno
canario está dispuesto a potenciar como herramienta educativa, cultural y
turística, pero las actitudes más ANTI
las hemos encontrado y seguimos encontrando en funcionarios con una
ideología interferente. Por ejemplo, nos dicen: ¿Hay otras comunidades
autónomas con una herramienta así?... –Exactamente, no, pero sí fondos
enciclopédicos digitalizados…- Ah, pues si no es igual, entonces, no.
Han sido cuarenta años de inversión
intelectual y económica, de los que recoges el agradecimiento popular. Aunque
no se puede vivir en el victimismo, las secuelas son inevitables, como las
sufridas por mi socio, 15 años menor que yo, Pedro Félix González,
administrador del proyecto con una leucemia y trasplante de médula… También
Pedro Molina, nuestro mayor promotor, el tercer Pedro, fulminado por otro
cáncer. Yo, entre tanto, jubilado, después de dos años de profesor honorario
sin compensación económica, ahora ya cuatro, fuera de la universidad, escribo
y, sobre todo, trabajo como psicoterapeuta, en Psicomold Proyecto, para
desarrollar mi propio proyecto investigador, mantener el equipo de psicólogos y paliar la situación económica de Tafor,
responsable del GEVIC.
Lo verdaderamente satisfactorio como
dije la noche que recibí el premio Tamaimos es encontrar a través del camino
personas como las que hacen la Fundación Canaria Tamaimos, y, también, que todo
se ilumina cuando el objetivo es trabajar por una tierra y un pueblo, con no
más defectos que los demás, pero al que quiero y sigo esperando que rompa sus
complejos y sea, parafraseando aquel alumno de seis años en mi primera escuela
de Tejina, UN PUEBLO DE FUNDAMENTO.
EL BUCIO Nº 0, diciembre de 2018
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